La ofensiva de Ucrania en Rusia, en el filo de la navaja

El avance ucraniano depende de su capacidad para sumar tropas y parar los misiles y aviones rusos. Sin ayuda de Occidente, no lo conseguirá.

La ofensiva ucraniana en la región rusa de Kursk es un logro moral y político sin parangón en lo que va de guerra, pero no supone una amenaza decisiva para Rusia. Mantener esta acción bélica para obtener una ventaja estratégica obligaría a Ucrania a desguarnecer las zonas más calientes de la línea del frente y Kiev no dispone de suficientes soldados para capturar mucho más territorio ruso y mantenerlo bajo su control.

Salvo que obtenga un apoyo occidental mayor y más decisivo que el prestado hasta ahora. Es lo que se baraja ahora mismo en los cuarteles de Washington y Bruselas. En estos momentos y más que nunca, es imprescindible esa asistencia de Occidente, especialmente de Estados Unidos, con armas y con datos de inteligencia sobre los movimientos rusos, especialmente mediante imágenes vía satélite.

El ataque inicial, lanzado el martes pasado, no habría sido posible sin ese apoyo, aunque este martes Estados Unidos, el principal aliado de Ucrania, insistiera en que no estaba informado ni sabía nada de los planes para atacar la Federación Rusa por tierra. Como suele suceder, fue el propio presidente estadounidense, Joe Biden, el encargado de desmentirlo y dejar caer que el Pentágono sabía mucho más de la operación ordenada por el jefe de Estado Ucraniano, Volodímir Zelenski.

EEUU mantiene contacto “directo” con Ucrania y la respalda militarmente

La Casa Blanca mantiene un contacto "directo" y "constante" con el Gobierno ucraniano, al que respalda política y "militarmente" para que Ucrania pueda afrontar la invasión lanzada por Rusia el 24 de febrero de 2022. Estas palabras, además de mostrar el doble juego diplomático de Washington, suponían una advertencia directa al Kremlin.

Moscú no se ha visto muy sorprendido por la retórica de Biden. Ya, cuando se produjo el martes pasado lo que parecía inicialmente una incursión de unos cientos de hombres y que con el paso de los días devino realmente en una ofensiva a gran escala con millares de efectivos, el Kremlin subrayó que detrás estaba Occidente y recordó que la actual guerra es una confrontación entre Rusia y la OTAN.

Y así lo entiende Zelenski también. Sin apoyo de las armas y de la información estratégica de EEUU y la OTAN esta operación no habría podido tener lugar y se habría reducido a una más de las muchas incursiones que desde el comienzo de la guerra han protagonizado comandos ucranianos y partisanos rusos contrarios al Kremlin, sobre todo en la región de Bélgorod, apoyados por ataques de drones.

Bélgorod, ¿nueva dirección de la ofensiva ucraniana?

Las cosas ahora son diferentes. La decisión de las autoridades locales de Bélgorod de declarar en las últimas horas el estado de emergencia regional apunta a que esperan un eventual avance de las tropas ucranianas en su dirección. Decenas de miles de habitantes de esta región podrían unirse a los 200.000 ya evacuados.

El bombardeo constante con drones ucranianos de la última semana en Bélgorod refuerza la idea de ese posible asalto terrestre. También los renovados ataques aeródromos rusos que se han producido en las últimas horas. El Gobierno de Kiev ha ordenado la evacuación de muchos distritos de su región de Sumy, fronteriza con Kursk.

O bien esperan una posible contraofensiva rusa, que siga a la que está en curso en la vecina región ucraniana de Járkov desde hace meses, o Sumy podría convertirse en un corredor de paso para más regimientos ucranianos camino de la cabeza de puente abierta en Kursk.

En juego el destino del propio Putin

La incógnita ahora es cuál será la respuesta rusa a la ofensiva de Kursk. En el tipo de respuesta que dé el Kremlin está en juego no solo el curso de la guerra en los próximos meses y de las eventuales negociaciones de paz, sino también la propia supervivencia política, e incluso personal, del presidente ruso, Vladímir Putin.

El destino de Putin podría estar en peligro si se afianza la ofensiva ucraniana y Kiev pudiera mantener bajo su control las zonas ocupadas. Según Zelenski, casi ochenta localidades y asentamientos de Kursk están ya bajo control ucraniano, el equivalente a un millar de kilómetros cuadrados. Los rusos, no obstante, reducen esta superficie a menos de la mitad, al igual que el prestigioso Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW).

En todo caso, el impacto sobre la reputación del ejército ruso de esta ofensiva ucraniana ha sido descomunal. Y por mucho que Putin reúna a los mandos militares o civiles de la defensa y los reprenda públicamente y por televisión, el daño contra el propio prestigio del presidente ruso ya está hecho.

No es la primera vez. Los rusos recuerdan muy bien el motín contra el Ministerio de Defensa ruso de miles de mercenarios del Grupo Wagner, al mando de su jefe y dueño Yevgueni Prigozhin, en junio de 2023. Aunque al final de este incidente, los paramilitares de Wagner se retiraron, fueron desarticulados y se depuso al mismo Prigozhin (quien moriría poco después en un extraño "accidente" de avión), Putin recibió numerosas críticas y su imagen quedó tocada.

Por el momento, las numerosas las críticas de los blogueros militares rusos por el ataque de Kursk tienen como blanco el ejército ruso por no haber detectado a tiempo la incursión, por no haber respondido a la misma de forma contundente inmediatamente y por haber permitido que una zona de la Federación Rusa, fronteriza con la Ucrania en guerra, estuviera tan desguarnecida.

Movilización rusa para atajar la "invasión" de Kursk

Como parte de la respuesta que puede dar el Kremlin, en las últimas jornadas los medios de prensa rusos han informado de la movilización de tropas, incluso desde el enclave de Kaliningrado, entre Lituania y Polonia, según han indicado medios lituanos.

En cambio no parece haber afectado esa movilización a las ofensivas que el ejército ruso estaba realizando en Donetsk. En esta región del este de Ucrania, las fuerzas invasoras avanzan lentamente, pero de forma inexorable para completar la invasión del Donbás, esa zona ucraniana formada por Donetsk y Lugansk, de mayoría rusófona, que dio lugar a la guerra de 2014, antecedente de lo que está ocurriendo hoy día en Ucrania.

La cuestión ahora es si Ucrania puede a su vez asegurar el avance sobre la región de Kursk sin tener que recurrir a más efectivos. Uno de los problemas a los que se enfrenta el ejército ucraniano es esa falta de personal de refresco y, salvo que, como acusan los rusos, estén llegando batallones enteros de "mercenarios extranjeros" (en una alusión directa a la OTAN), lo cierto es que Ucrania no podría prolongar mucho la actual ofensiva en Kursk.

Imprescindible el apoyo occidental

En cualquier caso, el apoyo occidental es más necesario ahora que nunca. Y no solo con información de inteligencia e imágenes por satélite de los movimientos rusos. También es imprescindible que los principales países que suministran misiles de largo alcance a Ucrania den a Kiev el permiso para que pueda utilizar este armamento de precisión contra las bases, los aeródromos, los arsenales y los medios logísticos que en el sur ruso apoyarán un eventual contraataque.

Zelenski ya indicó que estaba consultando a los países aliados que han suministrado a Ucrania misiles de largo alcance para utilizarlos contra blancos rusos lejos de la línea del frente. Hasta el momento la mayor parte de los donantes de misiles balísticos de un amplio radio, de más de 300 kilómetros, no habían permitido el uso de estos proyectiles a fin de no desafiar más si cabe a Moscú.

Los propios Estados Unidos han puesto esas restricciones para sus misiles ATACMS, que ahora actúan en el teatro bélico con un rango menor al real. Pero las palabras de Biden despiertan la sospecha de que ese permiso podría llegar ya.

Biden ve a Putin contra las cuerdas

En sus palabras sobre esta ofensiva ucraniana, Biden dijo una frase un tanto enigmática. La operación ucraniana "está creando un verdadero dilema para Putin". Venía a decir el presidente estadounidense que su homólogo ruso estaba contra las cuerdas. Biden sabe que no tiene mucho tiempo ni suficiente apoyo en el Congreso de Estados Unidos para darle a Ucrania un espaldarazo militar suficiente como para cambiar las tornas de la guerra, que hasta esta ofensiva estaba perdiendo Kiev.

Ahora ya no hay nada claro, salvo que hay que apresurarse. Operaciones como la de Kursk necesitan mucho tiempo y medios para consolidarse y dar réditos tácticos, que ya los tiene, pero sobre todo estratégicos. Tiempo es precisamente lo que no tienen ni Biden ni Zelenski, ambos con sus estrategias sobre el filo de la navaja. Zelenski por la falta de soldados y la necesidad de suministros masivos de munición, misiles, tanques y, sobre todo, aviones de combate, que están llegando ya, pero con cuentagotas.

Biden también, porque las elecciones presidenciales del 5 de noviembre próximo podrían dejar a los demócratas fuera del poder y ello significaría posiblemente el fin del apoyo estadounidense a Ucrania. El candidato republicano, el expresidente Donald Trump, ha indicado en varias ocasiones que pondrá fin a la guerra en 24 horas.

Quizá este plazo sea muy apresurado, pero el riesgo de que Ucrania se quede sin su mejor apoyo internacional es grande. Esta semana, Trump alababa de forma desmesurada a Putin y al líder chino, Xi Jingpin. Las decisiones que pueda tomar el candidato republicano si vuelve al poder son una incógnita y podrían ser un torpedo bajo la línea de flotación de la resistencia ucraniana a Rusia.

Zelenski no tiene tiempo y Kursk es su última carta. Si no puede usarla para derrotar a Rusia, cuestión harto difícil, al menos tratará de emplearla para unas eventuales negociaciones. Pero si sale mal la jugada, también puede significar el propio fin del presidente ucraniano.